Un golpe de gracia
para Jacques Derrida


por
Óscar Portela




No habrá duelos que interiorizar, porque estás en las huellas, en las señales de los textos de mis poemas, que vienen no sólo de experiencias estéticas, sino de los «golpes» en el tímpano, que permiten que leto sea alethe —como escribiste—, y que a su vez mnnemosine, nos permita seguir el imposible trabajo de continuar trillando lo que otros sembraron. Cierto es que en un mundo que parece apagarse lentamente, dejas vacío el panorama crítico —desolador hoy—, y que eras para muchos, no sólo la conciencia más lúcida, sino la más proba de la intelectualidad Europea del siglo que dejamos.

En siete décadas realizaste una obra prodigiosa, abierta a todos los temas, y a todas las experiencias del Otro y de lo Otro, desde La escritura y la diferencia, hasta La gramatología, y tus lucidísimas conferencias y seminarios, en las que como un topo, una y otra vez, volvías sobre lo «mismo», pero desde otra perspectiva. La «deconstrucción», fue estrategia, pero también táctica y logística de quien —siempre respetuosamente—, dialogaba con todos aquellos que se reapropiaban de esa política —fundamentalmente política del concepto—, a veces con resultados más que falaces. Tú te afirmabas en el concepto de la diference porque —afirmabas— donde existe la vida, en cualquier tipo de ella, esta lo Otro de Ella misma, el Otro de lo Mismo.

Por eso las admoniciones políticas, por ello la cautela al juzgar y al mismo tiempo —en la cercanía y la lejanía— el rescate de las experiencias más disímiles. ¿Quién si no tú, triplemente extranjero en un mundo espectral de extranjerías, —judío, argelino y europeo—, hubiese intentado una síntesis, buscando en el cap del logos Europeo, lo Otro y el Otro de lo Europeo —pequeño artificio biológico del Asia—, para construir un mañana posible? Ya sabemos que no todas las cartas llegan a su destino, pero la tuya caló hondo, cuando cierta intelectualidad se había retirado a las aulas, para desde ahí reconstruir un pasado desde el punto de vista arqueológico. Aunque la filosofía a «martillasos», era demasiado radical, y la destruktión —con la que dialogaste durante todo el periplo de tus «tropos», no te satisfacían, no desechaste sus aportes: los llevaste por el camino que creíste correspondía—, e insististe en que todo juicio de valor exigía ante todo la exigencia de pesar la «singularidad», ante todo lo irrepetible de la singularidad. ¿Qué contemporáneo tuyo se hubiera entrevistado con Arafat, como tú lo hiciste? Probidad de un intelectual que sacrificaba todas sus herencias, en pro de juzgar —doblemente juzgar— la voluntad volitiva heideggeriana), la herencia Europea bien representada en la punta de la lanza o el fusil: golpe de cap.

Y nos recordabas en una sociedad autista que el cordón umbilical era fácilmente reemplazable por el tympano: acá estamos, contemplando como la sociedad globalizada esteriliza a Mnnemosine, en función del tympano, que había que desplazar a «martillasos». Márgenes, La carta postal, la formidable Dar el tiempo, y la maravillosa Memorias de Paul de Mann —en la cual demostraste cómo el «filósofo puede ser un juez imparcial»-, y aquella, en la cual explicabas porqué la nada no es la Nada, que muchos creyeron ver en la tachadura heideggeriana de la palabra «ser», con la famosa X, Los espectros de Marx, en donde lo residual y espectral del discurso marxiano, se eleva a nuevas alturas especulativas, y tantos otros títulos, en los cuales el empirismo y cierto eleatismo estructuralismo fueron cuestionados, te elevaron por encima de tu tiempo: todo «nombre es nombre de muerto», escribí en un poema —en tu honor—, pues el nombre sobrevive a quien lo porta.

Aunque tus textos carecieran de nombre —lo que resulta imposible— («nombre de muerto eres desde que llegaste al registro civil»), quién podría ya librarse de tu hechizo?: «Yo saludo la lógica humanitaria en su "espíritu"». Sin embargo desconfío de ella cuando está controlada por ciertos Estados al servicio de cálculos a corto o largo plazo, a veces muy simplemente al servicio del mercado. Al tiempo que salvan poblaciones, en ocasiones ciertas «grandes potencias» intentan instalar o proteger así una hegemonía. Económica o militar. Por lo tanto, estemos lo más alerta posible respecto de las coartadas humanitarias y los políticos sospechosos que instrumentalizan «los derechos del hombre» (A Elizabet Roudinesco; «Y mañana qué...»).

¿Y hoy qué, Jacques Derrida? En tus diálogos imaginarios con Valery, lo decías. Claro, no podemos detenernos en cada uno de tus títulos, ni siquiera en una pagina de tu monumental obra, pero hoy, ahora, quiero despedirte con estás palabras que continúan en muchas paginas de Los Espectros de Marx: «La "extensión" (la "diseminación") del armamento atómico, que sostienen los mismos países que dicen querer protegerse de ella, no es ya ni siquiera controlable, como lo fue durante mucho tiempo, por estructuras estatales. No desborda solamente el control estatal, sino todo el mercado declarado». Ningún tema (ni la relación hombre («mortal») —animal—, ni lo jurídico político, ni el dialogo con los pensadores de todos los tiempos —un diálogo virtual entre Schmidt y Benjamin), te fueron ajenos, y si la palabra «deconstrucción» —política del nombre propio— (Espolones: Los estilos de Nietszche), te fue odiosa e inadecuada en ciertos momentos, ello forma parte de lo que señalaba Heidegger: jamás el autor — apropiador— y el autor entienden el texto del mismo modo, y a ninguno de ellos pertenece la verdad del enunciado. Jacques, ¿quedan mentes hoy que piensen el mundo —que mundea— como totalidad? No lo sé, empero, la política de los nombres no metafóricos, inspiró estos versos:

«A estos nombres/ que barrerá el adviento/
alguna vez/ algún instante/ algún olvido» (*)

He aquí otro golpe de cap, esta vez americano, querido Jacques.


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(*) Del libro Golpe de Gracia, de Oscar Portela, dedicado a Jacques
Derrida.

ILUSTRACIÓN: Derrida-by-Pablo-Secca,
By Pablosecca (Own work) [CC-BY-3.0 (http://creativecommons.org/licenses/by/3.0)],
via Wikimedia Commons.


Óscar Portela



OSCAR PORTELA, nacido en la provincia de Corrientes (Argentina), es escritor y ensayista. Ha publicado, entre otros títulos, Senderos en el bosque; Los nuevos asilos; Memorial de Corrientes y La memoria de Láquesis.

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http://universoportela.com.ar/



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(Página reeditada en abril de 2019)

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